Perspectiva global de las transiciones energéticas 2024: Camino hacia 1.5°C

El escenario de 1.5 °C de IRENA, expuesto en el World Energy Transitions Outlook, presenta una vía para alcanzar el objetivo de 1.5 °C en 2050, situando la electrificación y la eficiencia como motores clave de la transición, facilitados por las energías renovables, el hidrógeno limpio y la biomasa sostenible.

A pesar de los compromisos adquiridos en la COP28 de Dubái en 2023 -incluido el llamamiento a las partes para que tripliquen la capacidad de energía renovable y dupliquen el ritmo de mejora de la eficiencia energética para 2030- y de las nuevas iniciativas tanto del G20 como del G7, la transición energética sigue sin avanzar. Los combustibles fósiles siguen dominando la combinación energética en las principales economías, y cada año se alejan más las posibilidades de cumplir los objetivos del Acuerdo de París.

El éxito que se consiga esta década en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero determinará si el aumento de la temperatura global puede limitarse a 1.5°C de los niveles preindustriales este siglo. El escenario de 1.5°C de IRENA, expuesto en el informe Perspectiva global de las transiciones energéticas, presenta una vía para alcanzar el objetivo de 1.5°C en 2050, situando la electrificación y la eficiencia como motores clave de la transición, facilitados por las energías renovables, el hidrógeno limpio y la biomasa sostenible.

El informe Perspectivas 2024 ofrece una visión general de los progresos realizados mediante el seguimiento de la aplicación y las deficiencias en todos los sectores energéticos, e identifica las áreas y acciones prioritarias basadas en las tecnologías disponibles que deben llevarse a cabo antes de 2030 para alcanzar las emisiones netas cero a mediados de siglo.

El informe identifica tres pilares clave que constituyen los cimientos de las acciones necesarias para realinear la transición energética mundial con los objetivos climáticos: la construcción de la infraestructura necesaria; el avance de una arquitectura política y reguladora que pueda facilitar inversiones específicas y mejorar los resultados socioeconómicos y medioambientales; y el reajuste estratégico de las capacidades institucionales para ayudar a garantizar que las habilidades y capacidades se ajusten a un sistema energético que integre una alta proporción de energías renovables.